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miércoles, 14 de septiembre de 2016

A qué le tienes miedo?



¿Quién no ha sentido miedo alguna vez?
¿Quieres vivir con miedo toda tu vida o eliminarlo ahora mismo por completo?
El miedo es una respuesta totalmente normal que nos alerta de un peligro y activa nuestro instinto de supervivencia.
El miedo irracional no es precisamente malo, sino que puede ser una oportunidad para cambiar tu reacción ante los mismos.
Una vez definido bien el miedo  has de decidir si quieres dejarlo atrás o no. En la mayor parte de los casos querrás eliminarlo pero habrá ocasiones en las que no desees hacerlo  porque pienses que el miedo te aporta más de lo que te quita.


Es una emoción con la que nacemos y que en ciertas situaciones nos ayuda a protegernos del peligro y a ser prudentes. Sin embargo, en la mayoría de ocasiones los miedos son irracionales, tóxicos y nos limitan enormemente nuestro potencial.

Cambia tu perspectiva y mira los miedos como grandes maestros que te desafían a ir más allá de ti mismo. Haz lo que te da miedo. Es la única manera que tienes de liberarte definitivamente de él.

Desde nuestro punto de vista, el miedo es inherente al ser humano. Quizá muchas veces hemos sentido miedo ante una situación aparentemente riesgosa o difícil.

El miedo es una emoción primaria que nos alerta de una posible amenaza y nos indica que debemos tomar medidas para protegernos. su objetivo principal es mantenernos a salvo, el problema viene cuando es el propio miedo el que no nos deja vivir.

Se pueden identificar porque nuestra respuesta es totalmente desproporcionada ante el peligro real que representa el estímulo. El ejemplo clásico son las fobias, en las cuales la persona reacciona de manera exagerada ante una situación que no representa un peligro real para su vida, como cuando debe hablar en público o acercarse a un animal inofensivo.

En este punto nuestro metabolismo se acelera y aumenta la presión arterial, la adrenalina y los niveles de glucosa en sangre. Nuestra respiración se hace más rápida, los músculos se tensan, las pupilas se dilatan y se detienen todas las funciones corporales que no son necesarias.

En algunos casos, el miedo se puede transformar en pánico, un estado que genera una intensa ansiedad en la persona, y como ya hemos dicho antes, el sufrir un ataque de pánico puede desembocar en un trastorno de pánico, cuando después de uno de estos episodios la persona desarrolla miedo a volver a sufrir una crisis de angustia, y los ataques de pánico se repiten de forma frecuente.
En todo este proceso la dopamina desempeña un papel fundamental. Se ha descubierto que cuando existe poca dopamina en algunas áreas del cerebro, se provoca una transformación o incluso se interrumpe por completo la comunicación que normalmente tiene lugar entre las neuronas.
Al contrario, cuando hay una elevada concentración de dopamina en la amígdala, reaccionamos con más miedo y estrés.
La amígdala es la principal responsable de revisar toda la información proveniente del medio en la búsqueda de algún peligro, 
Cuando la comunicación entre ambas regiones se afecta, las personas sienten más temor y responden de manera exagerada ante los estímulos del medio.
A lo largo de nuestra vida enfrentamos diferentes situaciones cargadas de incertidumbre que nos provocan miedo. Así vamos desarrollando miedo al fracaso, miedo al rechazo,  miedo a las pérdidas, miedo a la muerte y, sobre todo, a los grandes cambios. Estos temores se convierten en una barrera que nos impide vivir plenamente.
De hecho, el miedo nos obliga a mantenernos en nuestra zona de confort y no nos permite avanzar y desarrollarnos, limita nuestras metas y nuestras acciones, nos mantiene bloqueados.

El ser humano en realidad es muy flexible y tiene una gran capacidad para soportar problemas, que incluso es mayor de lo que él cree. Puede ser golpeado de muchas maneras por la vida y permanecer en pie ante cualquier circunstancia, si tiene razones profundas por las que vivir y morir. 
Si una persona encuentra razones concretas por qué vivir y luchar, puede experimentar, sufrir y aguantar toda clase de sufrimientos y dolores.
Esta es una prueba de que el mundo está hambriento de razones profundas por qué vivir y morir. Todo ser humano necesita encauzar la energía maravillosa dada por Dios para poder vivir, luchar y morir. Mientras más encauza su energía por senderos positivos y buenos, más plenamente vivirá.

Muchos grandes artistas, pintores, políticos, músicos, descubridores, científicos y líderes religiosos han vivido muchos años más de lo normal por su apasionamiento y entrega a una causa profunda, sea sus cuadros, su música, su economía o su Dios
Miedo a no triunfar en una determinada empresa que nos hemos dispuesto a realizar en cualquier campo de la vida, puede producir desequilibrio emocional y angustia. 
Este miedo se produce muchas veces porque la persona tiene una visión irreal de la vida, en la que piensa que todo le tiene que salir bien, que su camino tiene que ser amplio, tranquilo, cómodo, feliz y sin problemas
Para vencer el miedo al fracaso, hay que aceptar que todo en la vida tiene un riesgo. No hay nada bueno en la vida que para conseguirse no conlleve el riesgo de perderle. Hay que estar preparado para asumir ese riesgo si se quiere conseguir algo bueno.
El miedo al futuro paraliza y produce angustia porque impide vivir lo único que tenemos que es el día de hoy. El miedo al futuro o a lo que pasará mañana es un miedo a la incertidumbre, a lo sorpresivo y misterioso. Estas personas piensan que el futuro le va a arrebatar todo lo que tienen y se enferman por estar angustiadas pensando en el mañana.
El miedo al qué dirán se basa en la opinión que tienen los demás sobre su persona. Este miedo se relaciona con una auto imagen sumamente pobre que tiene la persona de sí misma, ya que para sentirse bien depende de que otros lo miren bien y se lo digan.

Es irónico, pero muchas personas le temen al éxito; le huyen y no quieren saber nada de escalar puestos ni de adquirir más responsabilidades. 
Tienen todas las cualidades necesarias: cultura, inteligencia, educación, voluntad y medios económicos, pero no luchan para superarse, crecer y subir.
Muchas veces, el miedo a la enfermedad es producto de estar siempre hablando de lo mismo y leyendo acerca de estas cosas constante y obsesiva mente. Los constantes mensajes de los medios de comunicación nos han acostumbrado a alarmarnos, porque hablan de todas las enfermedades posibles, conocidas y no conocidas, sus síntomas y consecuencias.
Hay personas que sufren muchísimo por un miedo obsesivo a que la próxima enfermedad sea trágica, que su gripe sea en verdad un cáncer en los pulmones, que el dolor que sienten en el estómago sea un cáncer, que su dolor de cabeza sea por un tumor.

El miedo al dolor y al sufrimiento puede paralizar y producir angustia. Si siente miedo al dolor, usted se situará siempre en segundo lugar y no luchará para conseguir las cosas que más quiere.

La vejez, bien entendida, es un progresivo desgaste orgánico, biológico y mental, que le anuncia y lo prepara para el encuentro definitivo con el reino de Dios. 
Mucha gente le tiene un miedo espantoso a la vejez y cualquier signo o acontecimiento indicativo de vejez lo quieren tapar y disimular. 
Detener ese proceso normal, que va a ocurrir aunque usted no lo quiera, le impedirá vivir momentos maravillosos que se experimentan en esta etapa de la vida. 
Además, este miedo es un insulto y una ofensa a Dios, pues usted le está diciendo a El que hizo las cosas mal permitiendo que nos llegara el período de la vejez.
Romanos 8:28-
Más que vencedores
Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.
Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.
Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.
¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?
El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?
¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.
¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.
¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?
Como está escrito:
 Por causa de ti somos muertos todo el tiempo;
 Somos contados como ovejas de matadero.
Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.
Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir,

ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.


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