Muchos
viven en zonas donde las guerras, los disturbios políticos, la violencia étnica
y el terrorismo son cosa de todos los días. En otros casos, lo que perturba la
paz son los delitos, las actitudes hostiles y los problemas en el trabajo o
entre vecinos. Y por si fuera poco, es muy común ver que muchos hogares, en
lugar de ser remansos de paz, son verdaderos campos de batalla.
Algunos
anhelan paz en la política. Otros añoran la paz mental, financiera, social y
hasta física. Pero la mayoría del mundo parece creer que algún cambio externo
en las circunstancias será lo que traiga paz duradera.
Muchos
temen a la guerra nuclear, así que piden por la paz mundial para que las
naciones no se aniquilen unas a otras. Aún con la corriente actual de desarme,
las naciones nucleares todavía tienen suficientes armas para exterminar la vida
en este planeta.
Algunos
anhelan la paz doméstica, agobiados por constantes conflictos en sus hogares,
que se han convertido en campos de batalla.
Hay
otros que buscan paz a través de la seguridad financiera. Cada día verifican
ansiosamente la bolsa de valores. Están serenos si el mercado sube, pero cuando
baja están agitados.
Algunos rehuyen constantemente a los cobradores, buscando
excusas y andando con rodeos. ¿Quién puede tener paz viviendo así? Es difícil
tener paz cuando diariamente estamos ahogándonos en deudas.
A
menudo, los que buscan la paz se aislan de ella al convertirse en víctimas de
sus enemigos -tales como el miedo, codicia, ambición, envidia, ira y orgullo.
Aquellos que adopten estas características no pueden tener paz.
Deben dejarlas
ir para hacer lugar para la paz de Dios y cultivarla. No podemos aferrarnos al
orgullo o codicia y después decir, “Dios, dame la paz.” Primero debemos
desahuciar a esos enemigos de nuestro corazón.
Dios
te llama a estar en paz, pero también desea que seas un hacedor de paz. Que
compartas esa paz con otros. No la guardes para ti porque, como la felicidad,
es algo que retienes al darla. Jesús dijo, “Bienaventurados los pacificadores,
porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5:9)
¿Cómo
haremos para ser hacedores de paz?
¿Convertirnos en políticos con un lugar en
las Naciones Unidas?
Como pacificadores cristianos debemos
invitar a nuestros semejantes a que hagan la paz con su Dios. Esa es la
responsabilidad principal.
En
el mundo tendrá tribulaciones, pero tenga buen ánimo, porque Jesús venció al
mundo por usted. Cristo dijo que no importa lo que ocurra en el mundo, usted
puede tener paz. “ Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz” (Juan
16:33). Jesús es el mejor ejemplo de paz; no permitió que las circunstancias
externas destruyeran su paz interna con el Padre.
Su paz no dependía de ausencia física de hambre o tortura; más
bien fluía de un profundo pozo interior. No dependía de su condición financiera
o aceptación social. Su propio pueblo lo abandonó, pero Él mantenía la paz.
Tampoco se apoyaba en la dicha doméstica ya que su propia familia lo
malinterpretó.
Paz
en la mente y en la conciencia.
Paz
en las escuelas.
Paz
en los parques, teatros, centros comerciales y en el templo.
Paz
en el corazón de los niños adultos y ancianos.
Paz
en el matrimonio y en la familia.
Paz
en los pueblos y ciudades.
Paz
para el adolescente rebelde .
Paz
para la población vulnerable
Paz
para el marginado y víctima de la discriminación.
Paz
para el que sufre los abusos de los más fuertes.
Paz
emocional.
Y
la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y
sus mentes. Cuando nos enteramos de la forma de sustituir nuestra tendencia
natural a preocuparnos con la oración con acción de gracias, Dios nos dará una
paz que sólo Él puede dar. La Biblia se refiere a esta paz como una que
trasciende nuestro entendimiento. Eso significa que no hay manera de que
nuestra mente natural pueda conocer posiblemente este tipo de paz.
La
gente de hoy buscan la paz en todo tipo de cosas y en otras personas. Pero
todos estos palidecen en comparación con la paz que Dios nos puede dar. El
pensamiento humano nunca podría desear el nivel de paz que Dios desea darnos.
Eso es porque esta paz de Dios trasciende nuestra comprensión.
Es superior a
cualquier disposición de paz en esta tierra. Aunque nuestra mente ni siquiera
puede imaginar esta paz, la buena noticia es que Dios nos la concede a nosotros
cuando colocamos nuestras cargas sobre Él a través de la oración.
¿Cómo
es posible que tengamos paz aún cuando todo está revuelto a nuestro alrededor?
Solo porque Cristo vive en nuestros corazones, es porque Él nos da la Paz de
manera diferente a como percibe la paz este mundo, la tenemos aún en medio de
los problemas, aún cuando haya conflictos estaremos tranquilos.
Podemos
estar seguros que Dios tiene cuidado de nuestra mente, de todo lo que se
maquina en ella, de lo que dejamos entrar, y de nuestros sentimientos. Mientras vivimos bajo la cobertura de Cristo
somos más que vencedores.
Por
nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios
en toda oración y ruego, con acción de gracias.
Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros
corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
Filipenses
4:6-7
Que Dios los bendiga y los guarde espero sus comentarios y sugerencias y hasta pronto.
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